
¿QUEMÓ REALMENTE CORTÉS LAS NAVES?
Índice del contenido
ToggleLos velazquistas no se rinden y Cortés aplica el palo y la zanahoria.
Sabemos por el capitulo anterior que Cortés ideo la brillante estratagema de fundar una ciudad ex novo y que siguiendo el derecho castellano recopilado en las Siete Partidas, la autoridad legítima de esa ciudad recaía en la comunidad de fundadores. Por supuesto estos fundadores, todos del bando de Hernán Cortés, no tardaron en transferir su autoridad al extremeño que se convirtió de facto en la autoridad suprema de la expedición.
Pasada la sorpresa inicial, el bando de los partidarios del gobernador Diego Velázquez de Cuellar se mostraban cada vez más descontentos y se organizaron, no solamente con la intención de regresar a Cuba, lo que de por si ya era grave, pues diezmaba los recursos de la expedición, sino que además amenazaban con la destitución de Cortés.
Como siempre ocurre en estos casos, alguien informó a Cortés y éste procedió a dar una lección ejemplar, ahorcando a los cabecillas, aplicando hasta cien latigazos a otros conspicuos elementos de la conspiración.
Nota añadida del texto de Hugh Thomas, pág. 311, La Conquista de Mexico, diremos que los ahorcados fueron Escudero y Cermeño, a los que Cortés atribuyó el liderazgo. A Gonzalo de Umbría le cortaron un pie. A los hermanos Peñate les correspondieron cien latigazos. El fraile Juan Díaz, notorio conspirador, se libró por su condición de ministro de Dios.
A Ordás, cuya misión era la de ejercer de agente de Velázquez, le perdonó la vida y lo convirtió, para siempre, en uno de sus más fieles seguidores, tal como ocurrió con otros muchos.
No, no quemó las naves, las quebró.
La llamada «quema de las naves» de Hernán Cortés es uno de los episodios más emblemáticos de la conquista de México. Aunque la idea de que Cortés incendió sus barcos es un mito popular, el evento en sí tuvo una importancia crucial en el desarrollo de la expedición española en tierras mesoamericanas.
En realidad y si hemos de aceptar la narración de Bernal Díez del Castillo, Cortés ordenó inutilizar la flota para impedir cualquier intento de huida y asegurarse de que sus soldados no tuvieran más opción que seguir adelante en la conquista del Imperio mexica. Las naves fueron varadas y desmanteladas, aprovechando su madera, velas y cuerdas para otros fines. No todas las naves, que eran doce, pues conservó una nao y dos bergantines.
La razón que dio Cortés para tan drástica medida, fue asegurar que los cascos estaban podridos por causa de la broma, el molusco que se adhiere y acaba por inutilizarlos y que en esas circunstancias era preferible su desguace y aprovechar lo que se pudiera, la madera por ejemplo para construir casas. Naturalmente hubo de indemnizar a los capitanes, de su bolsillo, se supone.
Efectuado el arriesgado acto de desguace, Cortés se empleó a fondo en practicar algo que cada vez se le daba mejor: los discursos y las arengas. Por supuesto, todo aquel que quisiera podía volver a Cuba, dijo con su zalamería y astucia de siempre, mas pronto iba a arrepentirse de no participar en en las aventuras y las glorias que esperaban a los que le siguieran.
Fue algo así como decirles: los que os volváis Cuba o sois tontos o cobardes o ambas cosas.
Nadie abandonó.
Al eliminar la posibilidad de retirada, Cortés reforzó la lealtad de sus hombres y dejó claro que el único camino era la conquista. Esta acción marcó un punto de no retorno para la expedición, consolidando su liderazgo y asegurando que todos los esfuerzos se concentraran en avanzar hacia Tenochtitlán. Así, la “quema de las naves” se convirtió en una metáfora de entrega total a una causa, un símbolo de determinación y estrategia que ha perdurado a lo largo de los siglos.
¿Por qué se dice que Cortés quemó las naves?
La confusión debe atribuirse al historiador Cervantes de Salazar, quien copió mal, probablemente debido a la penosa o deteriorada letra de las fuentes que manejó.
Confundió «quebró las naves» por «quemó las naves»