
CORTÉS FUNDA VERACRUZ Y TOMA PARTIDO POR LOS TOTONACAS
Índice del contenido
ToggleIntroducción
Por el capítulo anterior conocemos como Cortés encontró a dos personajes que habrían de ser importantes en esta historia Gerónimo De Aguilar y Doña Marina.
Igualmente somos sabedores de su triunfo en la batalla de Centla.
Veremos en este capítulo los encuentros que tuvo Cortés con los Mexicas (Cuetlaxtlan), con los totonaca (Cempoala) y la fundación de la ciudad «La Villa Rica de la Vera Cruz» y como toma partido por los totonacas en sus disputas con los mexicas.
Historia de dos ciudades Cuetlaxtlan y Cempoala
Después de los sucesos de Centla (25 de marzo 1519) Hernán Cortés continuó su navegación siguiendo la previa ruta de Grijalva hasta recalar en una playa que queda frente a la isla actualmente llamada San Juan de Ulúa,(21 de abril: Llegada a Veracruz-Ulúa. Ulúa es una isla actualmente unida a Veracruz por un puente, es decir está muy cerca de la costa. Se llamó San Juan de Ulúa). El arribo a tierra tuvo lugar el 22 de abril de 1519, Viernes Santo.
He tomado prestado el título de la famosa novela del autor inglés Dickens, para resaltar que este capítulo, que corresponde a una etapa en el recorrido de Cortés, dos momentos nos han de interesar antes de que describamos la fundación de la Villa rica de la Vera Cruz.
Cuetlaxtlan
Cuetlaxtlan (también escrita Cuextlan) formaba parte de la provincia tributaria mexica de Tochtepec. Sus habitantes pertenecían al grupo totonaca, pero la ciudad estaba bajo dominio mexica en el momento de la llegada de Cortés. Allí, los mexicas tenían una fuerte presencia administrativa y militar, pues era un punto clave para la recaudación de tributos y la supervisión del comercio en la costa del Golfo que los mexicas controlaban con puño de hierro a tenor de que habían sufrido algunas crueldades por parte de los totonacas en esa especie de rebelión sorda que estos últimos, como por ejemplo la quema que hicieron de recaudadores mexicas a los después de encerrarlos les prendieron fuego.
Si hacemos esta consideración es porque allí en Cuetlaxtlan, Cortés conoció al recaudador de impuestos, un Teudile, un encargado de la administración y la recaudación de tributos en la región, así le llama Hugh Thomas en su canónico y muchas veces citado libro «La Conquista de Mexico», aunque quizás sea más correcto adjudicarle en grado de cacalpixque, es decir, recaudador de impuestos.
Entre Cortés y el Teudile o calcalpixque se estableció una especie de esgrima verbal en la que el primero hacía todo lo posible para proteger a Moctezuma, evitar a toda costa que los españoles se llegaran hasta Tenochtitlan e informar con el máximo detalle al Tlatoani, de esos extraños extranjeros. Para lo que además de informes verbales, los dibujantes rellenaron numerosos amates con figuras de los hombres y de los extraños animales que les acompañaban, de los palacios flotantes, de sus vestidos y de todo lo que podía dibujarse.
Treinta y seis horas después, estos dibujos y los informes, le eran entregados a Moctezuma, que se alarmó mucho.
Cortés, por su parte, buscaba la manera de convencer al Teudile mexica de que quería llegar a conocer al tlatoani pues «tenía muchas cosas buenas que contarle» y que allí le había enviado «el más grande emperador de la tierra, el Cesar Carlos». En ese toma y daca, Cortés hizo exhibiciones de sus armas de fuego, sermoneó contra los sacrificios humanos, que le repugnaban sinceramente (como a todos sus acompañantes), ordenó celebrar misas, si pudo retiró ídolos de las pirámides y las sustituyó por cruces o por estandartes de la Virgen.
Y preguntó insistentemente por el oro. Que le interesaba porque quería saber si era de la misma calidad que el español, que sus hombres padecían una enfermedad que sólo el oro paliaba. Los mexicas, creyendo que llevando oro podían convencer a los castellanos de que se marcharan, les ofrecían del mismo, sin comprender que eso estimulaba aun más la fiebre aurea de los hombres de Cortés y afianzaba la idea de éste de conocer a Moctezuma y Tenochtitlan.
Cempoala
En el capítulo que hemos dedicado a la historia de los Mexicas, hay un apartado, el Complemento 4, donde se esquematiza quiénes fueron los totonacas.
Sin embargo, cuando Cortés alcanzó esa zona, El Tajín (la capital) era un recuerdo, y el núcleo urbano mas destacado era Cempoala, nombre éste que no será la última vez que salga.
Cempoala era la capital totonaca en el siglo XVI. Se encontraba en la costa del Golfo de México, en lo que hoy es el estado de Veracruz, y era una ciudad muy importante, aunque bajo dominio mexica. Su población, al arribo de Cortés, era de unos veinte mil habitantes.
Fue aquí en Cempoala donde Pedro de Alvarado fue llamado por primera vez Tonatiuh, es decir sol, dado su cabello rubio.
Sabemos, por ese capítulo de la historia de los Mexicas, que hemos citado más arriba, que la subyugación del pueblo totonaca por parte de los mexicas fue más fácil (relativamente) que el de otras culturas. Ello debido al carácter centralizado de los totonacas, lo que suponía, a la postre, que cuando caía el centro político, se podía dar por terminada las conquista.
Igualmente se decía, al explicar ese proceso expansivo mexica, que en los totonacas quedó un resquemor larvado que de en cuando resurgía y daba lugar a conatos de rebelión o a formas mas disimuladas de descontento. Esto lo entendió Cortés a la perfección.
Por supuesto, Cortés emitió sus pláticas y prédicas, demostró su repugnancia por los sacrificios humanos, que no se celebraron mientras pudo evitarlos. Lo que no fue siempre según relata Bernal Díaz del Castillo, quien afirma que raro era el día en que no se sacrificaba hasta cuatro. Se ha comentado, quizás con demasiada ligereza, que todo lo que rodeaba a los sacrificios humanos no era sino una excusa de los castellanos para justificar a posteriori acciones non santas. No es eso lo que se desprende de la lectura de los cronistas y de otros autores (como el mil veces citado Hugh Thomas) que dejan perfectamente clara el rechazo a esa práctica.
En este caso concreto de los totonacas, Cortés estaba decidido a suprimir de un plumazo la práctica sacrificial de este pueblo. Sin embargo encontró tal rechazo que todos sus consejeros, incluidos lods frailes, le aconsejaron que no insistiera en ese punto, como así hizo hasta que pudo evitarlo como se lee más abajo.
El «cacique gordo»
Representación de Xicomecóatl realizada por los artistas novohispanos Juan González y Miguel Gonzáles. 1698. Tomado de la Wikipedia.
El «cacique gordo» cuyo nombre probable era Tlacochcálcat, gobernante de Cempoala, y del que no es necesario explicar el porqué de su apodo, guardaba un profundo resentimiento a los mexicas, y en especial a la cara visible de esa opresión, los cacalpixqueh, los odiados recaudadores de impuestos.
Se dice que «recibió a Cortés con trompetas», que es la forma en la que los cronistas españoles escenifican la acogida esperanzada por encontrar en esos extranjeros a unos aliados para sacudirse el yugo mexica.
En una interesante conversación que mantuvo con Hernán Cortés, mediante doña Marina,(maya y nahualt), Gerónimo de Aguilar (maya y castellano) y dos totonacas (que hablaban nahualt), el «cacique gordo» explicó a Cortés el puro odio que tenían a los tenochas, no solamente ellos los totonaca, sino además los tlaxcaltecas y los de la ciudad de Huexotzinco. Pero en una muestra de su astucia y de su visión política no mencionó que entre Tlaxcala y Huexotzinco, aunque ambas eran enemigas de Tenochtlitan, existía una enemistad patente. Es decir introdujo en la cabeza de Cortés unas expectativas de alianzas ciertamente irreales.
Pero además de todas estas aportaciones, sobre la situación política del momento en el territorio que estamos describiendo, el «cacique gordo» aportó algo más tangible y de utilidad inmediata. Le ofreció porteadores que llevaran los pertrechos de todo tipo (armas, provisiones, equipamiento). Desde ese momento los castellanos ya no habrían de esforzarse en esa pesada y desgastadora tarea.
Los españoles por su parte también ofrecieron algo más que sermones sobre las bondades del cristianismo, lo horroroso de los sacrificios, los bienes que les reportaría rendir vasallaje al emperador Carlos y enseñaron a los totonacas a fabricar velas, evitando así las numerosas ocasiones en que se producían incendios accidentales.
Qué aprendió Cortés de ambas ciudades.
De la estancia en estas dos ciudades Cortés sacó un propósito y una enseñanza.
El propósito, fue que había de cumplirse, costara lo que costara, su llegada a Tenochtitlan.
La enseñanza, que era mucha la animadversión, cuando no odio, que había en todo ese mundo hacia los mexicas, algo que no pasó desapercibido para un hombre culto, que leía el latín que había escrito Julio Cesar. Volveremos sobre este punto.
La fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz. 22 de abril de 1519
Antecedentes.
Es importante considerar la situación anímica de los expedicionarios. Simplificando y siempre con idea de ser claros podemos decir que había dos bandos .
El de los que opinaban que se había llegado demasiado lejos, contraviniendo o descuidando las órdenes de Diego Velázquez de Cuéllar, aquí incluiremos a Ordás, que es seguro que tenía la misión de informar a Velázquez.
El otro bando lo formaban aquellos que por el contrario opinaban que todo marchaba desesperadamente lento, anotemos a Pedro de Alvarado «el Sol» que recordaba el fiasco de Grijalva y Portocarrero, amigo de Cortés.
Otra forma de verlo es que existía un bando cortesino y otro velazquino que se solapaba casi al completo con la anterior división que hemos descrito. Pero ahora es necesaria una acotación de extrema importancia, la autoridad legal residía en Velázquez de Cuellar. Más aun, la legitimidad última también era del gobernador de Cuba, este Diego Velázquez ya nombrado.
Cortés entendió bien pronto que si no quería perder el control de la expedición debía hacer algo, ese algo fue fundar un Cabildo.
Preparando la maniobra
Cortés representó a la perfección la comedia de que él se debía a las órdenes de Velázquez de Cuéllar, hacia como que dudaba sobre qué decisión tomar, parecía que se preocupaba seriamente por cumplir con pulcra exactitud los objetivos que se habían fijado para esta expedición.
Lo hizo tan bien que consiguió enfadar a sus partidarios (los Portocarrero, los Alvarado se ofendieron mucho y le acusaron de haberles engañado, pues lo convenido con ellos en Cuba, cuando preparaban el viaje, era poblar) mientras tranquilizaba a los velazquistas, que entendían que se habían cumplido sobradamente los objetivos del viaje (que en comparación al de Grijalva era un éxito), como el rescate del cristiano Gerónimo de Aguilar y que estaba bien retornar a Cuba y exponer a Velázquez lo acaecido.
Tan creíble fue el comportamiento de Cortés que pudo mandar dos barcos a explorar más al norte esa costa. Uno de ellos esta comandado por el muy velazquista
Francisco de Montejo que no sospechó nada y que lejos poco podía hacer para oponerse a Cortés, que era lo que éste pretendía.
Fundando una ciudad
Al fundar una ciudad de novo, ¿cual era la autoridad legítima de esa ciudad?
Aquí se descubrió la genialidad de Cortés, pues según Las Siete Partidas de Alfonso X, base del derecho castellano, ante la ausencia de autoridad, ésta recaía en la comunidad.
Los fundadores, la comunidad, se fueron por tanto repartiendo los cargos habituales de una ciudad castellana del siglo XVI. Cargos como el de Alcalde, Regidores, Alguacil, cayeron todos, entre los partidarios de Cortés. Éste siguiendo con lo que en términos modernos llamamos un paripé, renunció a cualquier autoridad que ostentara hasta el momento.
Lo siguiente, y aquí se ve el final de la maniobra, fue que todos esos cargos renunciaron y traspasaron toda la autoridad a Hernán Cortés.
Una exposición más ordenada quedaría así:
Fundación del cabildo: Cortés y sus hombres fundaron la Villa Rica de la Vera Cruz y establecieron un cabildo (un gobierno municipal). Este cabildo estaba compuesto por hombres de su confianza, como Alonso Hernández Portocarrero entre otros.
Elección de cargos: Los miembros del cabildo, que eran leales a Cortés, se nombraron a sí mismos para ocupar los cargos de alcaldes y regidores. Estos cargos les daban autoridad legal y legitimidad bajo las leyes castellanas.
Transferencia de autoridad: Una vez establecido el cabildo, sus miembros «renunciaron» a sus cargos y transfirieron la autoridad a Cortés, nombrándolo capitán general y justicia mayor. Este acto fue crucial, ya que le otorgó a Cortés un poder formal y legal, independiente de Diego Velázquez, el gobernador de Cuba.
Justificación ante la Corona: Cortés y sus hombres redactaron una carta, conocida como la Carta del Cabildo de Veracruz, que enviaron al rey Carlos I de España. En esta carta, justificaban sus acciones y presentaban la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz como un acto en beneficio de la Corona, asegurando que actuaban en nombre del rey y no de Velázquez. Los encargados de llevarla a España, puenteando a Velázquez, fueron el amigo de Cortés, Portocarrero, hábil en esos ambientes y el no tan amigo, Montejo. Estas misivas o «cartas de relación» eran también la respuesta obligada a la iniciativa de Velázquez de Cuellar, que se había adelantado a Cortés, enviado las suyas y reclamando derechos, cargos y beneficios. Cortés, para consolidar los argumentos que llevaban sus emisarios, añadió a las misivas unos cuantos regalos que convencieran al rey Carlos a decidirse por aceptar sus peticiones.
Este proceso fue una maniobra maestra de Cortés, ya que le permitió consolidar su liderazgo sin aparecer como un rebelde o usurpador. Al transferirle la autoridad sus hombres de confianza, Cortés pudo presentarse como un líder legítimo, elegido por el pueblo (representado por el cabildo), y no como alguien que había actuado por su propia cuenta.
¿Pero eso era legal?
La fundación de Veracruz, ha sido considerada unánimemente como una maniobra brillante, que expone la inteligencia y la cultura de Cortés. Nunca, nadie, hasta ese momento había tenido tal audacia. Es decir, en el Nuevo Mundo ya se habían establecido numerosas ciudades, pero todas seguían el patrón de solicitar permiso a la autoridad que representa a la Corona.
Si embargo, su consideración en el plano estrictamente legal, lleva a la mayoría de los autores a considerarla como una ilegalidad envuelta en una apariencia de legalidad. Uno de esos actos que resume muy bien el dicho español de «hecha la ley, hecha la trampa»
Tengamos en cuenta que partimos de una ilegalidad inicial: Cortés partió de Cuba sin la autorización expresa del gobernador Diego Velázquez, lo que convertía su expedición en un acto inadmisible desde el principio.
Transcribiremos casi al pie de la letra las opiniones que expone Hugh Thomas en su mil veces nombrado texto «La Conquista de Mexico»
Afirma Hugh Thomas que:
Cortés sabía perfectamente que su maniobra era ilegal.
Una lectura detallada de «Las Siete Partidas» llevaría directamente a la horca a Hernán Cortés.
Utilizó el soborno para convencer de cuan acertada era esta decisión, como Montejo y eso que éste era de los suyos.
El ambiente general en la expedición se resumía en una aceptación de los hechos consumados bien que una postura de oposición a Cortés hubiera tenido consecuencias funestas.
Algunos apuntes sobre esta ciudad.
La Villa Rica de la Vera Cruz, fundada por Hernán Cortés el 22 de abril de 1519, fue la primera ciudad española en el territorio que más tarde se convertiría en México. Además, fue la primera ciudad fundada por europeos en el continente americano que tuvo un cabildo (ayuntamiento), lo que le daba un carácter oficial y jurídico dentro del sistema colonial español.
Sin embargo, hay que matizar algunos puntos:
No fue el primer asentamiento europeo en el actual México, ya que en 1517 y 1518 las expediciones de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva habían realizado desembarcos en la península de Yucatán y el Golfo de México, aunque sin establecer colonias permanentes.
Su ubicación original cambió. La primera fundación de Veracruz ocurrió en una zona costera cercana a donde actualmente está la ciudad de Veracruz, pero luego se trasladó tierra adentro, y más tarde se refundó en la costa.
No fue la primera fundación española en todo el continente americano. Otras ciudades europeas ya existían en el Caribe desde finales del siglo XV, como Santo Domingo (1498), San Juan de Puerto Rico (1508) y Panamá (1519, fundada casi simultáneamente con Veracruz).
Cortés se involucra.
No entraremos en detalles geográficos del lugar exacto en que ocurrieron los acontecimientos. Nos basta saber que se circunscriben al área de Cempoala y que involucran a los totonacas y a los mexicas.
Hemos establecido varias veces que los totonacas vivían en una permanente y sorda rebelión. Alguna de las ciudades del Altépetl totonaca se negó a pagar tributos a Tenochtitlan y naturalmente los mexicas amenazaron con reprimir la desobediencia como acostumbraban.
Los dirigentes de Cempoala pidieron protección a Cortés y este se vio obligado a responder con su apoyo. En el enfrentamiento con los mexicas, estos quedaron espantados por los jinetes españoles (pensaban que jinete y caballo eran la misma bestia), además de por las armas de fuego.
La incontestable victoria de Cortés tuvo el impacto psicológico esperable y consolidó las esperanzas totonacas de retomar sus antiguas libertades.
A Cortés le sirvió para confirmar la idea de que eran muchos los aliados potenciales que podía encontrar para desbaratar el poderío mexica.
Una derivada añadida: Hemos señalado más arriba que Cortés no pudo impedir la práctica de los sacrificios, sin embargo, ahora, revestido de la aureola de la victoria impuso a los totonacas el fin de esta costumbre, obligó a rapar las trenzas ensangrentadas y mugrosas de sangre de los sacerdotes, además de obligarles a guardar imágenes, estandartes y cruces cristianas. Nótese la paradoja de unos sacerdotes totonacas cuidando de imaginería sagrada católica.