La matanza del templo mayor: el gran error de la conquista de México

LA MATANZA DEL TEMPLO MAYOR

Un prólogo que puedes saltarte.

Este capítulo se centrará en la matanza que perpetró Pedro de Alvarado (toniatiu, el sol; la pintura de su supuesto retrato encabeza el capítulo) sobre la nobleza mexica, en la plaza del Templo Mayor, en un momento en el que Hernán Cortés se hallaba lejos de Tenochtitlan.

Para entender lo que describiremos en el siguiente apartado, hemos de volver a ese momento en que Diego Velázquez de Cuellar, gobernador de Cuba, valedor de Cortés encarga a éste, dirigir una expedición de rescate, no de poblamiento pero descubre pronto y a la vez demasiado tarde que Cortés tenía ideas propias. Aunque Diego Velázquez de Cuellar, intentó revertir el mando de Cortés, el extremeño, como tantas veces, supo adelantarse y salirse con la suya. 

Pero lógicamente Diego Velázquez no pensó ni por un momento en dar por buenas las maniobras de Cortés (incluida la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz) y puso a trabajar sus contactos en la Corte.

Sí, efectivamente, entre Hernán Cortés y Diego Velázquez de Cuéllar se inició una auténtica «carrera» para influir en las autoridades españolas y lograr el respaldo de la Corona. Esta disputa se resolvió finalmente a favor de Cortés, aunque no sin dificultades.

La estrategia de Velázquez

Velázquez envió emisarios a la Corte española, entre ellos su secretario Andrés de Duero y el bachiller Benito Martínez, con el objetivo de:

Denunciar a Cortés como un rebelde y usurpador.

Conseguir que el Rey confirmara su autoridad sobre la conquista de México.

La jugada de Cortés

Sabiendo que su legitimidad estaba en juego, Cortés tomó la delantera y envió sus propias cartas al rey Carlos I, conocidas como las «Cartas de Relación», acompañadas de valiosos regalos, incluyendo oro y objetos mexicas.

Fueron sus valedores: Diego de Ordás y Cristóbal de Tapia, entre otros. Incluyamos también al padre de Cortés, Martín Cortés de Monroy.

En estas cartas, Cortés:

Justificaba su desobediencia a Velázquez argumentando que lo hacía en nombre del Rey.

Relataba la grandeza de México y su potencial como parte del Imperio Español.

Mostraba su éxito, habiendo sometido a Moctezuma y anexado el territorio sin coste alguno para la Corona.

El desenlace en la Corte española

La Corona evaluó ambas versiones y finalmente decidió en 1522 concederle a Cortés el título de Gobernador y Capitán General de la Nueva España, lo que significaba el reconocimiento oficial de su empresa.

Añadamos que en la Corte, tanto los velazquistas como los cortesinos, hubieron de navegar por mares bastante más peligrosos que los que debían atravesar para ir o volver de las Indias. Numerosos y muy sibilinos eran los personajes que en ese momento copaban los puestos más relevantes de la gobernación. De entre todos destacaremos al todopoderoso Cardenal Fonseca.

Conclusión

La «carrera» entre ambos terminó con una victoria total para Cortés. La Corona, más interesada en los éxitos que en los conflictos personales, apostó por el hombre que había conquistado un imperio y enviado grandes riquezas a España. Velázquez quedó relegado al olvido, mientras que Cortés consolidó su poder… al menos por un tiempo, porque luego tendría otros enemigos en la Corte.

5 de marzo, salida de Pánfilo de Narváez de Cuba. Abril de 1520, Pánfilo de Narváez llega a Mexico. Noche del 28 al 29 de mayo, la batalla.

Tanto si leemos el texto anterior como si hemos decidido empezar el capítulo en este punto, lo que debemos saber es que Diego Velázquez de Cuellar, el gobernador de Cuba y superior jerárquico de Cortés, ya había manifestado su desconfianza cuando el extremeño decidió reunir una cantidad de barcos, hombres y pertrechos que no se compadecían con una expedición de rescate. Con toda seguridad la maniobra de Cortés de fundar una ciudad con su cabildo ingeniosa pero ilegal a poco se profundizara en la misma, no serviría precisamente para calmar el enfado que sin duda alguna encendía los sentimientos del gobernador. 

Además, como recordamos Pedrarias Dávila había mostrado el método para tratar con aquellos que se oponían a la autoridad, decapitando a Núñez de Balboa que con toda seguridad es lo que pretendía hacer Velázquez con el otrora su protegido. 

La elección de Pánfilo de Narváez tampoco puede considerarse casual, este individuo venía precedido por una fama de matarife que, seguramente pensó Diego Velázquez de Cuéllar, haría recapacitar a Cortés.

Saltando muchos datos y muchos nombres, resumamos diciendo que la confrontación entre Cortés y Pánfilo se hizo inevitable y que Cortés, y esto es muy importante, decisivo en el devenir de acontecimientos futuros, abandonó Tenochtitlan dejando a Pedro de Alvarado al fente de las huestes que Cortés no se llevó consigo para enfrentar a Pánfilo de Narváez.

Volviendo a saltarnos numerosos aconteceres y nombres llegamos a la madrugada del 28 al 29 de mayo, domingo de Pentecostés, noche lluviosa en Cempoala, en la que Pánfilo nunca pensó que Cortés atacaría, que es precisamente lo que hizo, desbaratando y venciendo con muy pocas bajas por ambos lados, algo que le interesaba sobremanera al de Medellín, que naturalmente atrajo a la masa de los vencidos a su bando después de explayarse con alguna de esas homilías suyas tan convincentes. Naturalmente Pánfilo de Narváez quedó preso y herido de un ojo que perdió. Dos años preso, pero para saber cómo siguieron sus vivencias, remito a su biografía.

El cacique gordo, que se había mostrado ambivalente y dubitativo, naturalmente volvió a ser un ferviente partidario de Cortés.

…y mientras tanto en Tenochtitlan…

Sabemos que al marchar Hernán Cortés, dejo al mando de los que permanecieron en la capital azteca a Pedro de Alvarado, llamado el sol o toniatu en nahuatl. En conjunto formaban un grupo de unos cien españoles. 

La marcha de Cortés coincidió en fechas con uno de los festivales religiosos más importantes del calendario mexica en honor a Tezcatlipoca  el dios caprichoso y que culminaba con el sacrificio de un joven a quien durante todo un año se le había tratado con la excelencia de un dios y ahora debía enfrentarse a la piedra del sacrificio. Moctezuma había pedido permiso a Cortés, antes de la partida de éste para enfrentarse con Pánfilo de Narváez,  para llevar a cabo el festival con sacrificio incluido, permiso que fue concedido. Sin embargo, cuando Alvarado quedó al mando, prohibió expresamente el sacrificio abriendo un periodo de tensiones que ya se habían manifestado anteriormente pero que a partir de ese momento aumentaban a cada momento. Por ejemplo y sin aviso previo, los mexicas dejaron de proveer comida a los españoles. Luego una serie de incidentes, como encontrar a una criada que atendía a los españoles, ahorcada, lo que se interpretó como un aviso a todos aquellos dispuestos a servir a los españoles. A esto se añadió un continuo ir y venir de rumores con mayor o menor fundamento en los que se insistía que la nobleza mexica se disponía a matar a los cien españoles. Alvarado, ya de por si impulsivo empezó a perder los nervios, a dirigirse al tlatoani como ese perro de Moctezuma y a exigirle que cortara por lo sano cualquier conspiración, a lo que éste aducía que poco podía hacer siendo prisionero. 

Alvarado, absolutamente convencido de que se urdía un plan para matarlos, decidió torturar a algunos mexicas para que le confirmaran sus sospechas, lo que naturalmente, bajo tortura, hicieron. No es necesario insistir en el valor que una confesión obtenida de esa manera podía tener. 

Los tres primeros días del festival trascurrieron sin incidentes dignos, pero para el cuarto, Alvarado plenamente convencido de que había que adelantarse a los guerreros mexicas, dividió a sus hombres en dos grupos. Un primer grupo se encargaría de los nobles que acompañaban a Moctezuma, a los que mataron, entre ellos Cacama, el tlatoani de Texcoco. El otro grupo, seguramente acompañado por tlaxcaltecas (que tenían demasiadas cuentas que saldar con los mexicas) se dirigió al patio del Templo Mayor, bloqueó las salidas, sorprendió a los nobles mexicas en pleno éxtasis danzante y los masacró sin piedad. 

Como dice Hugh Thomas, todos los orgullosos alumnos del calmecac, la flor y nata de la orgullosa nobleza mexica, habían sido diezmados.

Siguió una lucha en la que los españoles se vieron muy apurados, tanto que Alvarado obligó a Moctezuma, cuchillo en el pecho mediante, a ordenar a los guerreros que cejaran la lucha. 

Le obedecieron, pero algo cambió para siempre. Si como dice el tantas veces citado Hugh Thomas, Alvarado llamó a Moctezuma ese perro, los mexicas dijeron que ya no se consideraban bajo el vasallaje del puto Moctezuma.

Cortés vuelve a una Tenochtitlan muy diferente a la que dejó.

A Cortés, la alegría de su victoria (a la que se añadía el refuerzo de los hombres y buenos pertrechos de Pánfilo de Narváez) le duró muy poco. Conocer los acontecimientos que habían ocurrido en Tenochtitlan supuso para el metelinense una auténtica convulsión. Todos esos planes de conquistar sin hacer guerra, o de entregar al Rey Carlos los reinos de Indias como se entrega una fruta madura, quedaron rotos para siempre.

Volvieron a Tenochtitlan a uña de caballo. Fue sorprendente que en el camino, no sólo no encontraron un ejército mexica, como temían, sino ni siquiera espías que siguieran sus pasos. Sus únicos compañeros fueron el hambre, la sed y el silencio. Llegaron a Tlaxcala en unas lamentables condiciones físicas, unos cuantos a punto de morir de hambre o sed. Allí fueron acogidos quizás porque los tlaxcaltecas ya no podían dar marcha atrás, estaban demasiado ligados a los castellanos. De seguro que Xicoténcalt el joven, les recordaría a sus mayores que él nunca quiso esa alianza y que la situación a la que habían llegado era del todo previsible.

De Tlaxcala partieron a Tenochtitlan, pasando por Texcoco, donde como era de esperar, tras la muerte de Cacama por Alvarado, el recibimiento fue gélido.

El 24 de de junio, festividad de san Juan Bautista, hicieron la entrada en la capital mexica, a galope tendido y con abundantes disparos de arcabuces. Les sobrecogió de nuevo el ominoso silencio que lo envolvía todo. Para aquellos soldados de Pánfilo de Narváez a los que Corté había convencido de unirse a esa aventura llena de promesas de gloria y oro, la decepción debió ser mayúscula.

Encontró al grupo de Alvarado en un estado calamitoso. Debían beber agua de pozos por ellos cavados, a veces ligeramente salobres. La comida era escasa, peligrosa de conseguir y muy cara cuando se obtenía. El mercado (tianguez) de Tlatelolco había cerrado. Moctezuma presentaba todos los síntomas de lo que hoy llamaríamos síndrome de Estocolmo y su profundo decaimiento emocional aun se vio más agravado cuando Cortés se negaba sistemáticamente a hablar con él. Cuando por fin lo hizo fue para exigirle que ordenara la reapertura del tianguez de Tlatelolco. Moctezuma le contestó que ya nadie le obedecía y propuso que esa orden la diera su hermano Cuitláhuac uno de los pocos nobles no asesinados por Alvarado,  y considerado el sucesor natural de Moctezuma. Se le permitió a éste, por tanto, abandonar en canoa el palacio de Axayácatl. Como era previsible Cuitlahuac huyo a organizar la resistencia y revancha contra los extranjeros. 

Pronto Tenochtitlan se convirtió en una ratonera de la que los españoles no podían salir. Aquellos que por orden de Cortés lo intentaron, a veces muy bien armados, hubieron de volver ante la lluvia de piedras que dejaban un reguero de heridos y muertos. A eso siguió el fuego que los mexicas prendieron al palacio y que con grandes dificultades los españoles conseguían extinguir.

Cortés pensó en un último intento para revertir la situación pidiendo a Moctezuma que saliera a lo alto del palacio de Axayácatl, a la azotea, y ordenara a los mexicas que cejaran en el asalto. Mas las cosas ya no tenían vuelta atrás y una pedrada hirió en la cabeza gravemente al desdichado de Moctezuma, que ha decir de los historiadores, no quiso que lo curaran. Esto ocurrió un 26 de junio. Moctezuma, habría de morir el 30 de ese mes. 

En ese día 30, más bien esa noche, ocurrieron sucesos que veremos en el siguiente capítulo.

Complemento 1. Algunos detalles sobre la muerte de Moctezuma.

1. La mayoría de los historiadores dan por buena la versión de que la muerte de Moctezuma fue debida a la andanada de piedras lanzada por los suyos. Sí es cierto que a la muerte del tlatoani, Cortés dio la orden de pasar a cuchillo a los nobles que todavía le acompañaban.

2. Que ciertas informaciones de que Moctezuma pidió el bautismo carecen de fundamento. Le hubiera faltado tiempo a Cortés para contarlo a los cuatro vientos y por todos los medios, si tal fuera cierto. Nunca hizo mención de tal acto.

3. Que si es cierto que Moctezuma puso a sus hijos bajo protección y amparo de Cortés.

4. Que es tan cierto como sorprendente que Cortés aceptara esa encomienda y los hijos de Moctezuma fueron bautizados, tratados como nobles en su situación social y en su educación. Los descendientes de Moctezuma recibieron mercedes y rentas de la Corona española durante siglos. Desde el siglo XVI, la monarquía otorgó a la familia títulos y pensiones, como el condado de Moctezuma de Tultengo y, posteriormente, el ducado de Moctezuma de Tultengo.

Incluso después de la Independencia de México, los descendientes intentaron mantener esos privilegios, y el gobierno mexicano siguió pagando algunas pensiones hasta finales del siglo XIX. Sin embargo, con las reformas liberales y la consolidación del Estado moderno, los pagos fueron eliminados.

Complemento 2. Con Pánfilo de Narváez, viajó un polizón de nombre VIRUELA

Se sabe que en mayo de 1519 una epidemia de viruela arrasó a las poblaciones indígenas de La Española y que en noviembre ya había llegado a Cuba haciendo estragos entre los naturales.

Incluso se sabe el nombre del paciente cero, un esclavo negro de nombre Francisco de Eguía. No puede descartarse que hayan sido otros infectados los responsables de ese inicial brote mortal.

Los primeros infectados en la tierra del imperio mexica, fueron, como es lógico, los primeros aliados de Cortés y de alguna manera cabeza de puente de las expediciones, es decir, los totonacas de Cempoala. 

No será la última vez que surja este tema de la viruela.