LA CAPITULACIÓN DE TOLEDO

Sabemos por los anteriores capítulos, que a pesar de que las expediciones anteriores fueron un calvario de dificultades sólo sobradas de hambre, mosquitos, enfermedades y muerte, si pudieron al menos demostrar la existencia de un imperio rico y poderoso. 

En este capítulo nos centraremos en todo lo referido a las acciones que llevaron a conseguir las capitulaciones pertinentes que les permitieran iniciar la conquista del mencionado imperio.

La primogenitura.

Sabemos que la llamada Compañía de Levante  se conformó en grado de igualdad entre sus miembros, bien que funciones muy diferenciadas tanto en responsabilidad como e peligrosidad o riesgo. Y que en el reparto de esas responsabilidades a Pizarro le correspondió liderar el mando militar, a Almagro la intendencia y logística y al maestreescuela y religioso Hernando de Luque, le quedaron las funciones más espirituales.

La búsqueda de una capitulación aclaró definitivamente el papel de cada uno.

Porque Hernando de Luque no tenía más pretensión que alcanzar un obispado.

Porque Almagro, que tenía una formación académico-cultural tan escasa como la de Pizarro, estaba lleno de inseguridades a la hora de acudir a la Corte, más aun desde que en una de las refriegas con los naturales, había quedado tuerto de un ojo, muy desfigurado, tal que su  vida social era muy escasa.

Pizarro, como Almagro, era analfabeto pero al contrario que aquel que era todo dudas y complejos, el trujillano era una persona muy segura de si mismo e imbuido de una gran decisión donde era difícil saber si ansiaba más el oro o la gloria que aportaría a su linaje.

Él viajaría a Castilla y eso le dejo en condiciones de adquirir la jefatura indiscutible de la expedición.

Un viaje tranquilo, una llegada ligeramente tempestuosa.

Se presume, aunque autores como Mira Caballos, cuyo texto (Francisco Pizarro, una nueva visión de la conquista del Perú) que nos sirve de referencia, no lo indica, que Pizarro partió de Panamá a mediados de septiembre de 1528, arribando a Sevilla en enero de 1529. 

Frente a otras flotas como la de su pariente Cortés o la de Hernando de Soto, pletóricas de valiosas mercancías que presentar como argumento en la Corte, la de Pizarro fue una llegada que pasó inadvertida (luego vemos que no tanto). De hecho la Compañía de Levante estaba en ruina y sólo pudo reunir mil ducados para gastar en España y además prestados. Para convencer a la Corte, llevó consigo a varios indígenas, unas llamas y pocas cosas más.

Hemos dicho que su llegada no causó sensación precisamente, que a nadie le importaba demasiado. Bueno, a uno si, el bachiller Enciso, consideraba que Pizarro tenía deudas con él, desde su etapa en el Darién y pidió su arresto. 

Pizarro pasó una semana en la cárcel.

A la salida se dirigió a la Corte, en la que no se encontraba el emperador Carlos, que se hallaba en uno de sus periplos alemanes y hubo de exponer el caso ante la emperatriz Isabel de Portugal. El 26 de Julio de 1529 se firmaron esas capitulaciones y además se otorgó hidalguía a los trece la fama

La capitulación de Toledo y el principio del fin de la Compañía de Levante

La Capitulación de Toledo, firmada el 26 de julio de 1529, fue un documento que, si bien legitimó la conquista del Perú, sembró la semilla de la discordia que eventualmente llevaría a una sangrienta guerra civil, aunque estamos adelantado mucho relato en esas dos palabras tenebrosas.

Desequilibrio en los Títulos y Mercedes.

A Francisco Pizarro se le concedieron los títulos más importantes y lucrativos: Gobernador, Capitán General y Adelantado de Nueva Castilla (el territorio que abarcaba gran parte del futuro Perú), con una extensión de 200 leguas desde el pueblo de Tenumpuela o Santiago (aproximadamente en la actual Ecuador). También se le otorgó el título de Alguacil Mayor. Estos nombramientos le daban el control político, militar y judicial del nuevo territorio.

A Diego de Almagro se le concedieron títulos de mucha menor jerarquía y poder. Fue nombrado Comandante de la fortaleza de Tumbes (una fortaleza que aún no estaba en manos españolas y cuya importancia Pizarro pudo haber minimizado intencionalmente) y se le otorgó el título de Hidalgo. Aunque se le prometió la gobernación de una futura provincia, no se le dio un título de igual peso que a Pizarro ni se le asignó un territorio concreto desde el inicio.

A Hernando de Luque se le nombró Obispo de Tumbes y Protector de los Indios, dignidades eclesiásticas muy buscadas por el maestreescuela cuyas ambiciones eran menos intensas que las de los anteriores.

La Percepción de injusticia de Almagro.

Almagro, al enterarse de los términos de la Capitulación, se sintió profundamente agraviado y traicionado. Consideró que Pizarro había utilizado su viaje a España para asegurar los mayores beneficios para sí mismo, relegando a sus socios a un segundo plano, a pesar de su papel fundamental en el abastecimiento, el reclutamiento y, sobre todo, los sufrimientos compartidos en las expediciones previas.

Esta distribución desigual de mercedes generó una profunda desconfianza y resentimiento en Almagro. Aunque inicialmente se logró una reconciliación forzada (en la que Pizarro prometió a Almagro una gobernación separada en el futuro si se obtenían más tierras), la herida nunca cicatrizó del todo. Almagro sintió que su lealtad y sacrificios no habían sido recompensados justamente por su socio.

Consecuencias a largo plazo.

La Capitulación de Toledo, al establecer una jerarquía tan marcada a favor de Pizarro y al dejar a Almagro en una posición subordinada sin un territorio definido propio, sentó las bases para los conflictos futuros. Estos conflictos se intensificarían con la conquista del Cusco (disputa por la posesión de la capital inca) y, finalmente, estallarían en las guerras civiles entre pizarristas y almagristas en Perú, que se cobrarían la vida de ambos conquistadores.