LA CAIDA DEL IMPERIO INCA
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ToggleConseguida la Capitulación de Toledo, Francisco Pizarro pasa unos días (menos de un mes) en su tierra, convenciendo a familiares y amigos de lo bueno que sería que se enrolaran en la empresa de la conquista del Birú, donde les esperaba honra y riquezas.
Se unieron varios de sus hermanos, aunque en nuestro texto y por motivos de claridad, sólo recogeremos la figura de Hernando Pizarro, que se convirtió de facto en la segunda autoridad de la empresa, relegando a un enfadado Almagro (con razón) y poniendo un motivo más para los acontecimientos que habían de venir. También se enrolaría el hijo de su madre adoptiva, de nombre Francisco Martín Alcantara.
Esta gente extremeña, pariente o amiga de Pizarro, constituyó el núcleo de fieles que le rodearían y defenderían hasta el final y que defendieron su memoria más alla de su muerte.
SOCIOLOGÍA DE LA HUESTE DE PIZARRO
Siguiendo al historiador americanista Esteban Mira Caballos, expondremos cómo eran los reclutados por Pizarro.
(Francisco Pizarro. Una nueva visión de la conquista del Perú. Página 112)
La expedición inicial la constituyó un número en la que no se ponen de acuerdo los historiadores pero la cifra de 350 es aceptada por muchos de ellos. Esta cantidad tan exigua, expone a las claras que no había intención de explorar y descubrir, menos de fundar y poblar. Era claramente una expedición de conquista.
Mayoría de extremeños, casi un tercio. como fácilmente puede deducirse del todo lo escrito más arriba.
Dos tercios de baquianos, y el resto obviamente eran chapetones. (Utilizamos chapetón como sinónimo de bisoño, otra acepción es la español que recién llega a América y por último es también la forma despectiva de llamar a los españoles en general, como insulto, un equivalente del mexicano gachupín)
Dos tercios eran menores de treinta años. La edad de cincuenta años de Pizarro era una rareza en esa expedición.
Abrumadora mayoría de analfabetos Empezando por el propio Pizarro o Almagro.
En cuanto a oficios mayoría de soldados, como ya se dijo más arriba. Algunos pertenecían a oficios menestrales reconvertidos en soldados; pero es necesario añadir que casi la tercera parte, ostentaba un título de hidalguía.
Tres dominicos fray Juan de Yepes, fray Reginaldo de Pedraza y fray Vicente de Valverde
El excelente piloto, del que hemos hablado Bartolomé Ruiz.
Un personaje de leyenda. Aparición de Hernando de Soto en la Conquista del Perú
Tras la firma de la Capitulación de Toledo en julio de 1529, Francisco Pizarro se dedicó a reclutar hombres y obtener los recursos necesarios para la conquista del imperio que había descubierto. Fue durante este período de preparación en España y, posteriormente, en el istmo de Panamá, cuando Hernando de Soto se unió a sus filas.
De Soto era ya un experimentado y rico capitán, con notable pericia militar, especialmente en caballería. Había participado en la conquista de Nicaragua y se había enriquecido en esas empresas. Al enterarse de la expedición de Pizarro hacia el fabuloso «Birú», se sintió atraído por la promesa de mayores riquezas y gloria.
Así, Hernando de Soto se incorpora a la tercera expedición de Pizarro, la cual partió de Panamá a finales de 1530 y principios de 1531. Su llegada supuso un refuerzo significativo para la hueste de Pizarro, aportando no solo su habilidad militar y su contingente de hombres y caballos, sino también una considerable capacidad financiera.
Su papel sería destacadísimo desde el desembarco en Tumbes, en la exploración del territorio, en la captura de Atahualpa en Cajamarca, y en los eventos subsiguientes de la conquista. Su figura de líder militar y explorador ya era reconocida antes de unirse a Pizarro, y su participación en el Perú solo añadiría más capítulos a su leyenda. Su biografía los expone todos.
De Panamá a Coaque: 27 diciembre 1530-25 de Febrero de 1531
La naves de Pizarro navegan bordeando la costa del Pacífico, Pizarro recala en Coaque, donde obtiene botín y oro, que envía a Panamá para atraer más voluntarios. Nos detendremos en esta primera etapa en la que señalaremos los siguientes puntos importantes.
Coaque, actual Guaques
Coaque se encuentra en la costa norte del actual Ecuador, cerca de la desembocadura del río del mismo nombre, en lo que hoy sería la provincia de Manabí. Era una zona densamente poblada, con cacicazgos organizados y productivos.
Botín de oro y plata
Allí se encuentran con una población que había huido dejando importantes cantidades de metales preciosos, que fundieron, repartieron, enviaron a Panamá para pagar el quinto real y para que sirviera de estímulo a los que allí permanecían a fin de tentarles para unirse a la empresa. Hicieron algunas esclavas. Se remarca el carácter femenino de dicha acción.
Seis meses de penalidades en ascenso.
La hueste de Pizarro permaneció seis meses en Coaque y lo que había comenzado de forma tan promisoria fue poco a poco convirtiéndose en la, por desgracia, conocidísima situación de los anteriores viajes: Primero cometieron el error táctico de liberar al jefe local, que nada más verse lejos de los españoles organizó las consabidas guerrillas de acoso. Segundo: apareció el hambre en tanto las reservas de maíz que guardaban los naturales fueron poco a poco reduciéndose hasta ser insuficientes. Tercero, consecuencia de lo anterior pero no sólo, pues demostró que aunque se consideraban bien adaptados a esas latitudes (baquianos) siempre serían unos recién llegado (chapetones), aparecieron enfermedades para las que no tenían defensas.
La Bartoneliasis
Esta es una enfermedad producida por la bacteria Bartonella Bacilliforme que transmiten las picaduras de los mosquitos. Siendo su presentación más leve en la infancia, casi todos los naturales estaban bien preparados pero para la tropa de Pizarro fue devastadora. Los afectados fueron prácticamente todos los españoles, incluyendo Pizarro y la mortalidad altísima, llegando a una escalofriante cifra del 75% según autores (Esteban Mira Caballos, pág. 113, en su citado libro)
Llegada de refuerzos y la salvación de los supervivientes. Septiembre de 1531
En septiembre de ese año, ya en situación límite llegó a Coaque, una nave de rescate capitaneada por el mercader Pedro Gregorio. No aportó muchos hombres de refuerzo, unos treinta, pero si trajo alimentos en grandes cantidades. Esto permitió continuar a los supervivientes en su campaña de conquista. Asombra el temple de esa gente que jamás se daba por rendida. No hago con este comentario, valoración moral alguna, señalo lo evidente.
De Coaque a Cajamarca.
Puerto Viejo
Situado más al sur (véase el mapa) este enclave representa todo lo contrario que Coaque: un clima mejor, más alimentos y agua y la posibilidad de recuperarse física y anímicamente. Aquí llegaron refuerzos, siempre escasos, pero muy bien recibidos.
Huancavilcas o Guancavilcas. La tierra de los desdentados.
Cieza de León nos informa en «Crónica del Perú», que este nombre corresponde en quechua a «tierra de desdentados». Esta región que marca el límite septentrional del Tawantinsuyo, había defendido su independencia del empuje inca con fiereza, hasta que fueron conquistados por el Sapa Inca Huayna Cápac, el cual ejecutó a los jefes y desdentó a unos cuantos como castigo ejemplarizante.
Digamos que esta entrada de Pizarro a territorio inca, tiene un cierto aroma novelesco.
La isla de Puná
(Véase el mapa)
En este enclave, que era un lugar seguro, fue donde Pizarro diseñó la estrategia general de su asalto al Tawantinsuyo. Aquí recibió refuerzos, de entre otros del ya mencionado Hernando de Soto, que sabedor de las penalidades del trujillano, decidió socorrerle con un navío que llegó a Puná en Enero de 1532.
En Puná, Pizarro hubo de sortear dos momentos críticos, protagonizados uno por el curaca local, Tumbalá como por el curaca Quilimasa, el curaca de la vecina Tumbez (ver siguiente texto). Ambos eran de obediencia de Atahualpa y en los dos casos fingieron querer ayudar al español, cuando realmente y por orden de Atahualpa, buscaban matarlo a él y la expedición al completo. Pizarro, supo de ambas intentonas con antelación, las desbarató, hizo como que creía las protestas de inocencia de los curacas y siguió desarrollando sus planes.
Túmbez o Tumbes
(véase el mapa)
Ya conocían este lugar por la anterior expedición pero ahora, se encontraron una ciudad arrasada por la guerra civil, con un curaca Quilimasa, que como se explicó en el párrafo anterior, intentó matarlo. Quede anotado que el encargado de apresar a Quilimasa fue Hernando de Soto.
Poechos
Salieron de Tumbes el 16 de mayo de 1532 y llegaron al poblado de Poechos una semana después.
Poechos era de obediencia de Huascar, cosa excepcional tan al norte, que abrumadoramente, por convicción o por la fuerza, era de Atahualpa. Fueron muy bien recibidos por el curaca, llamado Maizavilca, que les entregó como ayudante a un sobrino, al que los españoles bautizaron como Martín, el famoso Martinillo de Poechos.
A Poechos envió Atahualpa a un espía que luego sería emisario de nombre Ciquinchara, que puede ser que tuviera algún encontronazo con Hernando de Soto.
La primera ciudad española en Perú. San Miguel de Tangarará, luego San Miguel de Piura.
Francisco Pizarro, que como se ha dicho repetidamente, era un baquiano, es decir un veterano curtido en mil azares y batallas, tenía muy clara la necesidad de poseer una retaguardia sólida, así como una cabeza de puente o enclave de conexión con las bases de Panamá. Retaguardia para enviar a enfermos o heridos para su recuperación. O al lugar seguro al que retirarse en caso de necesidad militar. Cabeza de puente que permitiera la llegada de refuerzos, barcos, provisiones, sin temor a ser atacados por un ejército enemigo.
Todo eso fue San Miguel de Tangarará, fundada el 15 de julio de 1532. Primer asentamiento español en Perú.
Allí permaneció Pizarro cuatro meses, fundó una ciudad, repartió indios, fundió oro y preparó el asalto definitivo.
EL ENCUENTRO DE CAJAMARCA
Cajas (Caxas) antes de Cajamarca.
El 24 de septiembre de 1532 ciento setenta y siete (177) muertosdehambre, abandonan la retaguardia de San Miguel de Tangarara y pasan a Piura (ver mapa) una fortaleza relativamente cercana. Dejan a enfermos y heridos y se llevan siete caballos.
Pero en Piura aun son nueve, (dos jinetes) los que deciden volver a San Miguel de Tangarara, quedando la tropa reducida a los míticos ciento sesenta y ocho (168) con cinco caballos, tres arcabuces, cuatro falconetes y alguna que otra ballesta.
Se decide que la marcha no puede ser por el camino real, perfectamente fiscalizado y vigilado por los incas y se opta por la muy difícil y agotadora ruta andina. Por uno de los poblados que pasaron, Pavor, de obediencia a Huascar, supieron que más adelante existía una fortaleza razonablemente bien abastecida, de nombre Cajas (actualmente Huancabamba). Fue el legendario de Soto el encargado de llevar a cabo la inicial exploración. Encuentra una ciudad abandonada aunque todavía con una pequeña guarnición, algunas provisiones y unas quinientas virgenes del sol a las que se trató como esclavas sexuales, aunque no todos los historiadores coinciden en este punto.
Siempre buscando la lejanía del Camino real, la tropa se enfrentó al frio intenso de los Andes, que en ese momento era un enemigo más peligroso que Atahualpa. Encontraron un poblado de nombre Cinto, cuyo curaca de la facción de Huascar, previno de la crueldad de Atahualpa, y más importante, ofreció una valiosa información sobre las tropas y las tácticas militares del Sapa Inca quiteño, Atahualpa. Y donde se encontraba.
Diplomacia antes de Cajamarca
En este momento y por mor de la claridad del relato, entendamos la situación de los protagonistas:
Un victorioso en la guerra civil e implacable Atahualpa, se halla descansando en Pultumarca, los baños del inca. Está perfectamente informado de la existencia, presencia y andanzas de los españoles. Escoge a su general Ciquinchara, que ya los espiaba desde Poechos, como emisario que alcanza a los españoles en una ciudad que se llama Serrán. Se hacen ahí entrega de obsequios y presentes mutuos, ambos se estudian.
15 de noviembre de 1532 , Pizarro que ha seguido como sabemos la ruta fría, escarpada y muy difícil de los andes termina, después de pasar por diversos lugares en una ciudad llamada Cajamarca, (lugar de espinas) alejada solamente unas leguas del lugar donde se encuentra Atahualpa. Sus emisarios habrán de ser Hernando de Soto y su hermano Pizarro.
Hernando de Soto llega a la tienda de Atahualpa, pero pasan las horas y no regresa, encendiendo todas las alarmas en Pizarro, que envía a su hermano, también de nombre Hernando, para que con toda la prudencia del mundo sepa qué suerte ha corrido de Soto.
Al llegar el Pizarro encontró a Hernando de Soto, esperando pacientemente, montado a caballo. Es verdad que aunque muy enfadado, Hernando de Soto sabía guardar las formas. No así Hernando Pizarro, que a gritos exigió la presencia del Inca, obligando al lengua Martinillo (de Poechos) a que exigiera que ese perro (textual) saliera a recibirlos.
A pesar de tamaño exabrupto, el Inca aceptó acudir a Cajamarca al día siguiente, bien que advirtiendo que los españoles tendrían que compensarle por todos los destrozos y abusos que habían hecho en su imperio y dirigiendo una mirada tan feroz y agresiva hacia Hernando Pizarro que no auguraba nasa bueno. Aun y todo Hernando de Soto y Atahualpa compartieron unos sorbos de licor de chicha.
Hernando de Soto, se despidió del campamento inca, encabritando a su caballo que ejecutó algunas cabriolas que espantaron a los incas, aunque se dice que Atahualpa permaneció impasible.
Un relato muy adecuado de esta situación podemos encontrar en este enlace
La celada de Cajamarca. Jaque mate al Tawantinsuyo.
16 noviembre de 1532
Empecemos por informar que los dos protagonistas de esta historia entendían que la reunión de Cajamarca era el momento idóneo para acabar con el otro. El Inca acudía con la seguridad y la confianza de su poderoso ejército victorioso en la guerra civil con Huascar, mientras que Pizarro tenía el convencimiento de sus táctica y sus métodos eran válidos para hacer caer a todo un imperio.
El Sapa Inca contaba con más de treinta mil guerreros perfectamente entrenados y mejor dirigidos por sus generales. Efectivamente no podrían entrar todos en la plaza de Cajamarca por la sencilla razón de que no cabían. Le acompañarían sólo cinco mil y el resto quedaría atentos a que ningún español quedara vivo si conseguía escapar del cerco. Se dice que Atahualpa quería apresar con vida al herrero, al caballerizo y dicen otros, al barbero.
Pizarro estudió con detalle las características del lugar y distribuyó a sus hombres.
Una pequeña guerra psicológica.
Pasaban las horas y el Inca no llegaba, de hecho se movía con exasperante lentitud mitad en la idea de romper los nervios de los españoles, mitad por cuestiones rituales y culturales. Pizarro muy bregado en esta y peores lides, supo aguantar la presión y no salió a un enfrentamiento en campo abierto que hubiera resultado fatal. Se dice que Atahualpa llegó a la hora de «Vísperas» que podrían ser las cinco de la tarde. Es decir una jornada esa del 16 noviembre de 1532 muy larga.
La plaza a la que entraron los incas estaba desierta e interpretaron erróneamente que los castellanos se escondían de puro miedo.
Un fraile en el meollo del conflicto.
El fraile en cuestión se llamaba fray Vicente de Valverde y acompañaba a la tropa de Pizarro en esta expedición final. La jornada anterior había impartido una absolución general pero ahora con el sapa Inca orgullosa y retadoramente plantado en la plaza de Cajamarca, subido en su trono al que alzaban los nobles escogidos, tenía una misión de gran riesgo cual era leer el famoso Requerimiento, es decir esa retahíla de dogmas y apuntes de catecismo en los que se requiere al escuchante a que acepte la verdad cristiana. Si ya de por si tal es confuso para un cristiano viejo, cabe pensar que un indígena del Nuevo Mundo no entendería nada y más tras pasar por la interpretación de Martinillo, que vete a saber qué tradujo en realidad.
De todas formas Atahualpa se fijó en el extraño objeto que el más extraño personaje que era el fraile (para empezar vestía de modo totalmente distinto a los otros barbudos) agarraba entre sus manos y pidió que se lo dejaran ver. Cuando lo tuvo lo encontró tan incomprensible como era de esperar y acabó por arrojarlo al suelo con despreció.
Era la Biblia.
Ese acto del inca provocó tal indignación y furia en el fraile Vicente de Valverde que gritó desaforado ¡matad al perro!
Entonces se desencadenó la locura, resultado de los disparos de los escopeteros, las cargas terroríficas de los caballos y sus cascabeles y la degollina de laos aceros.
Los incas huyeron despavoridos. Se dice que murieron algunos miles, más por aplastamiento de avalancha que por espadas. Los españoles perdieron a un esclavo negro y ni aún todas las crónicas lo refieren, más que nada porqu los esclavos cuentan poco. Pero ha de anotarse que ninguno de los que mantenían alzado lo dejó caer y se refiere siempre al noble que aún con un brazo cercenado no dejó de sostener a Atahualpa.
El resultado es que tal como quería Pizarro, Atahualpa fue capturado vivo y un imperio se derrumbó en una tarde del
del mes de noviembre del año 1532.
Es tentador comparar la larga partida de ajedrez que supuso la guerra de Tenochtitlan con el jaque mate que fue la celada de Cajamarca.