
CHOLULA
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ToggleAlgunos datos generales sobre la ciudad de Cholula
Cholula albergaba una población que podía llegar a los cien mil habitantes, aunque siempre se debe ser prudente con las cifras, en tanto que las exageraciones de los cronistas eran muy habituales.
De lengua nahualt
Tributarios de los mexicas, además de aliados.
En este mapa que volvemos a insertar y que hemos tomado del texto de Hugh Thomas «La Conquista de Mexico» podemos ubicar la ciudad de Cholula.
La distancia de Tlaxcala a Cholula, en vuelo de pájaro es de algo menos de cincuenta kilómetros.
Se estima que cuando Cortés conoció esta ciudad, hacia mil años de su existencia.
Cholula era un centro religioso de primer orden en el mundo mesoamericano del momento. Su dios protector era Quetzalcóatl, el dios que no exigía sacrificios humanos, el dios bondadoso. El templo que lo albergaba era la pirámide más grande que del mundo y más alta que el Templo Mayor de Tenochtitlan. Los españoles, que entendieron muy pronto la importancia religiosa de Cholula, la llamaron la Meca o la Roma.
Incertidumbres y suspicacias.
Hugh Thomas, acepta la fecha del 12 de octubre de 1519 en la que Cortés y sus hombres partieron de Tlaxcala. Le acompañaba un contingente numeroso de totonacas de Cempoala y tlaxcaltecas.
El recibimiento a los españoles fue bueno. Se les alojó cómodamente. Aunque no se permitió la entrada de los acompañantes totonacas y tlaxcaltecas, sino en muy escasa cantidad.
Sin embargo pronto comenzaron los malentendidos que habrían de terminar tan trágicamente. Por ejemplo, lo cholultecas enviaron como recepcionarios ante Cortés a una delegación de caciques segundones, lo que éste, que se presentaba como enviado de Carlos V, «el más importante rey del mundo» se tomó muy a mal, exigiendo una comitiva de mayor rango. Cuando estos llegaron, con un Cortés más calmado, empezaron sus habituales pláticas sobre lo inadecuado de los sacrificios, lo bueno que sería convertirse en vasallos del rey de España, y bautizarse por supuesto, cosas estas que Cortés repetía una y otra vez.
Aunque se ha dicho que fueron bien alojados, lo cierto es que la comida que se les ofrecía empezó a resultar sospechosamente escasa. Además de que, con la escusa de las dificultades idiomáticas, cuando pedían tal alimento, les llevaban otro, lo que los españoles empezaron a tomarse como ofensivo, como si se estuvieran burlando de ellos.
Añádase a a todo lo anterior la insistencia de los tlaxcaltecas en que los de Cholula eran aliados de los mexicas y que antes o después les tenderían una trampa.
El que de la ciudad de Cholula fueran sacados niños y mujeres, que se vieran montones de piedras en las azoteas de las casas, que algunas calles se llenaran de trocos de árboles cortados y dispuestos como barrera para impedir el paso de los caballos, no tranquilizaba precisamente a los españoles. La preocupación subió un peldaño cuando Marina (la malinche) acudió con la noticia de que una mujer le había confirmado que, ciertamente, estaba en marcha una celada, ordenada por los mexicas. (Hugh Thomas nos informa que dicha mujer ofreció protección a marina y la promesa de que cuando todos los españoles hubiesen muerto, se habría de casar con su hijo).
La matanza de Cholula. 18-23 de octubre de 1519.
Cortés reunió a sus capitanes y pidió opinión al respecto. Algunos propusieron retroceder a la seguridad de Tlaxcala, otros entre los que se encontraba el impulsivo (pero muy respetado por Cortés) Pedro Alvarado, eran partidarios de adelantarse a la situación y atacar ellos primeros.
Esta opción prevaleció.
Cortés, demostrando una vez más su inteligencia previsora, ordenó que los aliados tlaxcaltecas y totonacas de Cempoala, se colocaran, en su vestimenta, un distintivo que les permitiera distinguirse como aliados. Dicho de otra manera, quien no lo llevara, era cholulteca y susceptible de ser pasado por las armas.
Cortés convocó a los principales en su real, es decir en su campamento. Se presentaron sin armas, seguramente para no descubrir sus cartas, lo que hizo más fácil la actuación de los españoles que iniciaron una matanza que se extendió por días. Destacaron por su especial ferocidad los tlaxcaltecas, que tenían demasiados rencores y cuentas pendientes, demasiado odio acumulado. Dijeron a Cortés que los matase a todos «que no quedasen con las vidas, al mancebo porque no tome las armas, al viejo porque no dé consejos» (Hugh Thomas, «La Conquista de Mexico» pág. 356)
Del saqueo se obtuvo un gran botín. En forma de tesoros para los castellanos y en forma de prisioneros para el sacrificio para los tlaxcaltecas. También llevaron a Tlaxcala sacos de sal, cuyo valor simbólico era evidente. La privación de sal era más que una simple carencia que los mexicas imponían a los tlaxcaltecas, simbolizaba la opresión de los primeros hacia los segundos.
Se liberaron numerosos prisioneros que los cholultecas tenían para el sacrificio así como unos niños encerrados en jaulas para engorde y posterior ingesta ritual en alguna festividad.
Consecuencias de la matanza de Cholula
Los historiadores concluyen que murieron entre tres mil seis mil cholultecas, que es una cifra muy considerable.
Desde el punto de vista de los mexicas y sus aliados lo que ocurrió en Cholula tuvo un impacto de proporciones difíciles de exagerar.
Moctezuma quedó, en palabras actuales, en shock, las dudas e indecisiones que le acompañaban hasta el momento tornaron en un pesimismo fatalista.
Tenochtitlan quedó paralizada de terror. Desde el pipiltin más encumbrado hasta el macehual más humilde entendieron que algo de carácter extraordinario había sucedido.
La cosmovisión mexica se puso en entredicho ¿Dónde estaba Quetzalcoatl cuando los sacerdotes sonaron las caracolas? Los cholultecas se habían caracterizado por una gran confianza y seguridad en ellos mismos pues se sabían protegidos por un dios tan poderoso, sabio y compasivo como Quetzalcoatl y Quetzalcoatl les había abandonado en un trance tan duro, permitiendo la muerte de tantos de ellos.
Los españoles, tras Cholula, entendieron que no podrían llegar a dominar Tenochtitlan sin hacer guerra.
Breves valoraciones históricas de la matanza de Cholula.
La Matanza de Cholula, ocurrida en octubre de 1519, ha sido objeto de múltiples interpretaciones a lo largo de la historia. Generalmente considerada un episodio violento y controvertido en la conquista de México, su valoración oscila entre el rechazo absoluto y la comprensión contextual de sus circunstancias.
Desde una perspectiva crítica, numerosos cronistas y estudiosos han visto en la acción de Hernán Cortés un acto de brutalidad injustificada. Bernal Díaz del Castillo, testigo de los hechos, describe la masacre como una respuesta desproporcionada, en la que murieron miles de cholultecas, incluidas mujeres y niños. Fray Bartolomé de las Casas, en su «Brevísima relación de la destrucción de las Indias», la presenta como un crimen atroz y un ejemplo de la crueldad de los conquistadores españoles. Desde este punto de vista, la matanza fue un acto de terror destinado a someter psicológicamente a los pueblos indígenas.
Motolinia, que también hace un juicio negativo, se muestra sin embargo más templado que el tremendista de Bartolomé de las Casas.
No obstante, existen interpretaciones que sugieren que Cortés actuó en un contexto de guerra y peligro inminente. Según la versión de los propios conquistadores, los tlaxcaltecas informaron a Cortés de un supuesto complot por parte de los cholultecas y mexicas para emboscarlos y aniquilarlos. Ante la posibilidad de una trampa, Cortés decidió adelantarse a sus enemigos, realizando un ataque preventivo que le aseguró el control de la ciudad y disuadió a otras poblaciones de intentar traicionarlo. Desde esta óptica, la matanza fue una acción de guerra que evitó un peligro mayor para los españoles y sus aliados.
Un tercer enfoque matiza ambos extremos y sugiere que, más allá de la justificada o injustificada violencia de los hechos, la Matanza de Cholula se inscribe en una dinámica de tensiones políticas entre diferentes facciones indígenas. Cholula era aliada de los mexicas, mientras que Tlaxcala se encontraba en guerra con ellos. Es posible que los tlaxcaltecas, que participaron activamente en la matanza, hayan influido en Cortés para llevar a cabo el ataque, con el objetivo de debilitar a un rival tradicional. En este sentido, la masacre no solo fue una decisión española, sino también el resultado de la lucha entre distintos grupos indígenas.
Un cuarto enfoque, muy importante, insiste en la utilidad de esta acción tan brutal. Cortés entendió que debía dejar claro que nadie se le iba a oponer sin sufrir las más terribles consecuencias. Los que acusan a Cortés de usar el arma del más absoluto terror, obvian que ese era el principal propósito, sembrar el terror. La noticia de lo ocurrido en Cholula se extendieron muy rápidamente por la región creando «un horrible espanto», la gente » se mostraba muy desasosegada» «parecía que la tierra se movía».
Como se dice en el texto de dónde se tomaron los entrecomillados, Hernán Cortés quiso mostrarse superior en todo, también en crueldad.
(Caballos, Esteban Mira . Hernán Cortés: Una biografía para el siglo XXI Serie Mayor p. 246. Editorial Crítica. Edición de Kindle.)
En conclusión, la Matanza de Cholula sigue siendo un episodio abierto a interpretaciones. Para algunos, representa un ejemplo de la brutalidad de la conquista; para otros, una acción militar dentro de un contexto de guerra y supervivencia.
Con todo existe consenso sobre el hecho de que la celada preparada por los cholultecas, inspirados por Moctezuma, no es un constructo justificatorio a posteriori, ni una invención de la Malinche. La conspiración contra Cortés existió.
La historia, al final, está marcada por la complejidad de sus actores y circunstancias, y la valoración de estos hechos dependerá de la perspectiva desde la que se analicen.

La matanza de Cholula. Imagen por IA